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Diccionario económico - Futuros del Ibex
Futuros del Ibex
En primer lugar, conviene familiarizarse con el concepto de derivados financieros o futuros.
Una vez que conocemos Qué es un futuro o derivado financiero, podemos profundizar en las características de cada uno de los contratos.
Por supuesto, existen futuros sobre diferentes activos e índices, entre ellos el IBEX 35. Como sabemos, este índice promedia las cotizaciones y la rentabilidad de las 35 empresas más importantes de nuestro mercado bursátil (la bolsa española).
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Si quisiéramos “comprar el IBEX”, tendríamos tendríamos que comprarnos todas y cada una de las 35 empresas que lo componen, y además, ajustar el peso que cada una tiene en el índice. Sin embargo, existen maneras más sencillas y directas de hacerlo. Podemos hacerlo a través de un ETF que replique al índice, o de un futuro cuyo activo subyacente sea el IBEX.
Como un contrato de futuro del Íbex 35 equivale a 10 €/punto (multiplicador), ese contrato costará 10.500€, pero en realidad estaremos tomando una posición por 105.000€. Sin embargo, no será necesario depositar esos 105.000€ para tomar la posición, sino únicamente la garantía requerida en ese momento (apalancamiento).
A partir del momento en que tengamos nuestra posición, por ejemplo, comprada de un futuro del IBEX 35, estaremos expuestos a los movimientos del mercado.
Supongamos que el primer día, el contrato cierra a 10.650€. Se producirá la liquidación de pérdidas y ganancias del día, y se nos abonarían 1.500€ (150 puntos por 10€ de multiplicador por punto).
Al día siguiente, el contrato cierra en 10.550€, y por ese motivo, a cierre del día, se nos deduce la pérdida correspondiente (10.650 – 10.550) de 1.000€.
Y al tercer día, que coincide con el vencimiento se produce una gran subida, y el futuro liquida a 11.000 puntos. Ese día se nos abonaría el beneficio correspondiente a ese día, de (11.000 – 10.550) 4.500€. sin embargo, nuestro beneficio acumulado sería de 5.000€, ya que abrimos la posición cuando el contrato se negociaba a 10.500.
Es decir, cuando negociamos un contrato de futuro, nos aseguramos el precio al que queremos tenerlo en el futuro, y el resultado (beneficio o pérdida), será el precio de liquidación o cierre de la posición contra el precio al que abrimos la posición.