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Estrategia e innovación

Los criterios ESG en la función financiera: medir y liderar.

Las empresas tienen una nueva misión: salvar el mundo. Los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) están transformando los modelos de negocio y la forma de gestionar las organizaciones. Es un cambio transversal que impacta de lleno en la función financiera, que en el caso de España hoy se encuentra ante el reto de adaptarse en los próximos años a la nueva taxonomía europea.
Las distintas entidades de certificación y de regulación avanzan este año 2022
Categoría
Estrategia e innovación
Tipo de contenido
Actualidad
Escrito por
Redacción
Tiempo de lectura
10 minutos
Publicado
05 Sep 2022
Los criterios ESG (Environmental, Social and Governance) surgieron hace veinte años como una forma de medir la responsabilidad social corporativa, pero han terminado convirtiéndose en la palanca de cambio del sistema económico para hacer frente a la mayor amenaza que se cierne sobre nosotros: el cambio climático.
"La sostenibilidad está en el ADN de la compañía”. Es una de las frases que más se escuchan en los últimos tiempos. Pero los grupos de interés, particularmente los inversores, ya no se creen las grandes palabras: piden datos, hechos contrastables. Y es el CFO quien debe garantizar la fiabilidad de los reportes financieros y no financieros.

El CFO, según las grandes consultoras, es el piloto para este cambio. Su capacidad de adaptación, la transversalidad de su desempeño y su credibilidad al frente del reporting le hacen una figura clave. El Director Financiero del futuro transcenderá de sus funciones tradicionales y ejercerá como un líder transversal que, precisamente, dirigirá este proceso de transformación sostenible, como señalaba el CFO Frontline Report 2022 elaborado por Bankinter.

La sostenibilidad está en el ADN de la compañía

En la función financiera, como vemos, los criterios ambientales, sociales y de gobernanza ocupan un lugar cada vez más relevante. Aunque la parte social y de buen gobierno ha avanzado internamente, activadas por los nuevos marcos regulatorios y la presión de la opinión pública, son los criterios ambientales lo que dominan la agenda:

  • La nueva taxonomía europea y la creciente producción legislativa para impulsar la transición ecológica.
  • La relevancia de la información no financiera, que se ha perfeccionado para ser cada vez más fiable, transparente, trazable y auditable.
  • La propia gestión de los riesgos derivados del cambio climático y su impacto en las cuentas anuales. Tanto los causados por fenómenos naturales, como las olas de calor que hemos vivido este año, como los relacionados con la regulación y las hojas de ruta de la transición ecológica.
  • Las nuevas modalidades de inversión y financiación vinculadas con la sostenibilidad, en mejores condiciones y vinculadas con un nuevo modelo de rendición de cuentas.
  • La movilización de fondos como los Next Generation a proyectos que impulsen la sostenibilidad y la transición energética marcarán un antes y un después en prácticamente todos los sectores empresariales.

La filosofía detrás de los criterios ESG está clara. Las hojas de ruta están dibujadas en las empresas. Pero el reto y la dificultad se encuentra a la hora de medir. No se ha logrado aún una metodología y unos indicadores universales, comparables y trazables. Es el gran desafío para el CFO.

No puedes abarcar todo: céntrate en la E y reduce tus emisiones

Sin embargo, hace años que las empresas empezaron a medir un indicador fiable y universal que ya está incorporado a nuestro imaginario: la huella de carbono. Como veíamos recientemente en un taller de Bankinter sobre Cómo calcular la huella de carbono en las Pymes, las ventajas de reducir las emisiones y contabilizarlo en las empresas se podrían resumir en 8 puntos.

  • Reducir el CO2 es la forma más palpable de adaptar los procesos a las regulaciones derivadas del Acuerdo de París y en particular del Objetivo 13 de la Agenda 2030.
  • Optimización de los costes asociada a un menor impacto ambiental.
  • Transformación de los negocios a modelos sostenibles que nos hagan más competitivos.
  • Acceso a determinadas subvenciones y créditos bancarios verdes más favorables.
  • Convertirse en un proveedor sostenible para otras empresas.
  • Conseguir clientes más leales y abrir nuevos mercados.
  • Mayor implicación del equipo en la empresa.
  • Mejora de la imagen de nuestra empresa.

No puedes abarcar todo: céntrate en la E y reduce tus emisiones

¿Quién puede de verdad cambiar su modelo de negocio y dar un giro de 180o para cumplir con la E, la S y la G? Es lo que se preguntaba hace semanas, en una impactante portada, The Economist. “Las tres letras que no salvarán el planeta”, titulaba la revista, para cuyos editorialistas los criterios ESG, como los mandamientos, deberían resumirse en uno: reducir las emisiones.

Según sus cálculos, uno de cada tres activos manejados por los grandes grupos de inversión responde ya a los criterios ESG, pero se observa en los últimos tiempos, con la concatenación de crisis, un descenso. El cambio de paradigma, advierte la revista británica, alumbra un nuevo capitalismo en donde las sociedades vuelcan en las empresas la misión de resolver los problemas del mundo. Atender a las tres siglas a la vez es imposible, según el semanario económico. La solución es desagregarlas y centrar los objetivos. Así lo entenderán mejor todos los grupos de interés.

Otro medio económico de referencia, Bloomberg, hablaba hace días sobre una posible “burbuja” en relación con los productos asociados a lo verde o azul (relacionados con la reducción del uso del agua). Y Sarah Murray, en el Financial Times, habla de la “sopa de letras” de los índices que miden los criterios ESG.

Las propias contradicciones que vemos hoy en el mercado son una muestra de que querer cuadrar el círculo es una misión imposible y es mejor centrarse en lo importante, tener un objetivo e ir a por él. Contradicciones, cita The Economist, como la que se observa en empresas como Tesla de Elon Musk: no es una referencia en gobierno corporativo, pero en cambio está revolucionando la movilidad y haciendo un planeta más respirable. O como la de los parques eólicos que producen energía limpia, pero impactan en los espacios naturales donde se instalan.

Como la propia E de sostenibilidad abarca demasiadas cosas (agua, biodiversidad, materias primas, CO2, centrémonos en lo que de verdad está acelerando el cambio climático: las emisiones. Estandaricemos ese indicador y pongamos ahí el foco, dice la revista fundada en 1843. Es lo que marca la diferencia y así lo entenderán reguladores, inversores, proveedores, clientes y la sociedad en general.

Estandarizar un intangible: la sostenibilidad

Estandarizar un intangible: la sostenibilidad

Suena a oxímoron: encontrar formas de medir una realidad que hasta ahora creíamos intangible. La reputación (relacionada con la gobernanza), la sostenibilidad y el impacto social de las empresas buscan un estándar internacional, pero la solución aún no ha llegado a los criterios ESG.

Esa estandarización, como hemos visto, dio pasos firmes con la medición de la huella de carbono, que ya es posible hoy con protocolos como GHG, que mide las emisiones de seis gases de efecto invernadero, o la norma ISO 14064.

Protocolos que permiten certificar las reducciones llamadas de Alcance 1 (emisiones directas de combustibles fósiles y gases de efecto invernadero en maquinaria, edificios, sistemas de refrigeración, medios de transporte, etc.), las de Alcance 2 (emisiones directas en el consumo de electricidad) y las cada vez más relevantes de Alcance 3 (las producidas por terceros, por nuestros proveedores o empleados, por ejemplo, en sus desplazamientos al trabajo).

En España disponemos de los sellos Calculo, Reduzco y Compenso que otorga la Oficina Española de Cambio Climático. Todos estos certificados y protocolos marcan el camino para la medición de los criterios ESG y la desactivación del llamado “greenwashing”. Como lo hacen también índices y rankings internacionales que califican el compromiso medioambiental de las empresas, como el Dow Jones Sustainability Index.

En un reciente estudio, el gran foro CFO de Estados Unidos advertía: “El problema ahora es la implementación. La complejidad de ESG es, francamente, alucinante. Las dificultades en torno a la presentación de informes estandarizados también lo son”. Prueba de ello son los problemas que afrontan algunas empresas sometidas a investigaciones judiciales y de las autoridades de la competencia por presuntas actuaciones de “greenwashing”.

Las distintas entidades de certificación y de regulación avanzan este año 2022 para alcanzar esos primeros estándares más robustos, que no generen dudas. El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) publicó un estudio donde comparaba los distintos estándares de medición de consultoras y organismos y encontraba aún sensibles diferencias en los resultados sobre una misma empresa. Un déficit que los nuevos estándares buscan conjurar.

La SEC estadounidense acaba de presentar su estrategia sobre cumplimiento ESG y el Foro Económico Mundial de Davos lleva tres años buscando una métrica universal, a la que se han adherido numerosas compañías y firmas de consultoría, a la luz de su iniciativa “Measuring Stakeholder Capitalism: Towards Common Metrics and Consistent Reporting of Sustainable Value Creation”.

Inspiradas en el principio de que solo se puede gestionar lo que es medible, las nuevas métricas suponen un cambio de paradigma en la gestión vinculada a lo medioambiental, lo social y la calidad en el gobierno de las empresas. Es en la línea en la que trabaja la nueva Taxonomía de la UE o los procesos abiertos por el European Financial Reporting Advisory Group (EFRAG) y el International Sustainability Standards Board (ISBB), que en los próximos meses harán públicas sus conclusiones. Un desafío para la función financiera.

Las distintas entidades de certificación y de regulación avanzan este año 2022