Manuel Pimentel es Empresario, escritor y ex político español. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales con el Partido Popular (PP). Ha destacado no solo en su faceta como político, sino como autor de diversas obras de ensayo y literatura. Una sus publicaciones más recientes, 'La venganza del campo', se ha convertido en un referente clave para entender la problemática del campo español que tanto ha interesado al autor y que tan presente está en el debate público de estos días.
Pimentel goza de especial reconocimiento en el mundo empresarial, al enfocar sus políticas de empleo desde la perspectiva inusual del talento. Fruto de su pasión intelectual fue la creación de la Editorial Almuzara que desde 2004 ha publicado más de 1.600 títulos de todos los géneros.
Nació en Sevilla en 1961 y vive en el campo. Es ingeniero agrónomo, doctor en Derecho y diplomado en Alta Dirección de Empresas.
Dada la extensión de su obra, a continuación presentamos solo algunas de sus opiniones más recientes que, como siempre, tienen que ver con temas de gran transcendencia económica y social.
Visión macroeconómica
La economía se desacelera (en 2024), pero todo apunta a que, en España al menos, no entrará en recesión, y que superaremos el curso con un aprobado por los pelos. Europa ya ha dicho que la fiesta del dinero libre ha finalizado y el BCE irá cerrando progresivamente el generoso grifo postpandemia. Tocan ajustes presupuestarios, moderados, pero ajustes, al fin y al cabo. Como buena noticia, los tipos de interés bajarán – ya lo está haciendo el Euríbor – lo que muchos bolsillos agradecerán. Y, claro, todo esto influirá, sin duda alguna, en el mundo del trabajo y en nuestras vidas propias.
La crisis del campo
Se castiga al campo, pero al final, se vengará como ha hecho siempre, produciendo menos alimentos y, por ende, provocando que estos suban de precio. Venimos de un periodo en el que el precio de la alimentación ha sido muy bajo, no se le ha dado importancia, como si los alimentos apareciesen en el supermercado por generación espontánea. Entre los años 2000 y 2020, los precios eran bajísimos, porque en Europa ha habido cosecha, y porque la globalización permitió traer alimentos de donde eran muchos más baratos. Ahora todo eso ha cambiado.
A la política agraria europea no le preocupa la despensa de los europeos. Es como si la UE quisiese el campo europeo para pasear, y la comida que nos la traiga de países terceros. Eso es una irresponsabilidad, máxime en estos momentos de conflicto militar extendido.
Agricultura y fronteras
Soy partidario de tener fronteras abiertas y que el mercado internacional fluya, porque España es exportador y, por tanto, si vamos a mercados cerrados nos pegamos un tiro en el pie. Una vez dicho eso, nos interesa el mercado abierto con unas reglas transparentes e iguales para todos y ahí es donde hay que poner el foco. No es aceptable que por los requerimientos que nos autoexigimos, que pueden estar bien, nuestras producciones sean mucho más caras que las de otros terceros países que no tienen esos requerimientos y de los cuales aceptamos las mercancías. Veo bien las fronteras abiertas pero teniendo todos las mismas reglas, algo que ahora mismo no se produce.
Gestión del agua
Llevamos años despreciando el campo y sin invertir en las infraestructuras hidráulicas que necesitan tanto el sector agrario como el abastecimiento humano, y ahora lo estamos pagando caro. Lo cierto es que tenemos una gestión del agua muy mejorable. Creo que los grandes desafíos de la próxima generación son la política agraria, la alimentación y el agua, y es que no deja de ser un contrasentido que hay políticos que critican los trasvases, por ejemplo, y en la siguiente frase protestan por la subida de precio de las verduras. Esto es muy fácil: si se cierra el grifo, no hay verduras, y las pocas que hay son muy caras. Tenemos que optar como sociedad, y ser conscientes de que, si cerramos el grifo y priorizamos otros aspectos en vez de la agricultura, las verduras van a ser pocos, caras y solo para ricos.
Empleo, nuevas tecnologías e inteligencia artificial
¿Tiene futuro el trabajo? La cuestión es pertinente dado el inédito avance en la automatización, robotización y sistemas inteligentes con el que las personas temen quedar relegadas al desempleo. Pero resulta que el número de empleos aumenta en el mundo con mayor productividad y mejor adaptación, tanto a los requerimientos tecnológicos como a las demandas de la nueva sociedad; esto es, atender los nuevos requerimientos de una sociedad que reclama salud, atención, bienestar, formación y ocio. Podemos afirmar rotundamente que sí habrá empleo. Otra cosa será su naturaleza y función, lo que nos lleva a otra pregunta: ¿qué tipo de trabajo?
Podríamos pensar en que la mayoría se producirán en el sector tecnológico, lo cual no es del todo cierto. Cualquier sector tradicional, como transporte, agricultura o comercio, por no decir industria, precisará del manejo de sistemas y de herramientas tecnológicas. Prácticamente, todos los empleos del mañana precisarán conocimientos de sistemas digitales, por lo que la formación tecnológica en la escuela y a lo largo de la vida será imprescindible para preparar a los alumnos al mercado de trabajo que se encontrarán en el futuro.
La digitalización, la transformación digital avanzarán con mayor velocidad que cabe y la Inteligencia Artificial comenzará a pegar codazos a los sistemas operativos y funcionales de las empresas. Las responsabilidades de control y reporte típicas de los cuadros intermedios tenderán, aceleradamente, a ser realizadas por la máquina, lo que obligará a modificar los clásicos organigramas triangulares. Mucho nos dará que hablar este tema, queda aquí simplemente apuntado. Las empresas del futuro no se parecerán demasiado a las de ahora, por lo que tendremos que hacer un gran esfuerzo creativo para adaptarnos y leer los vientos de la historia con acierto.
Necesidad del aprendizaje continúo
No dejemos de aprender, de estudiar, de investigar. No es cierto aquello tan necio de que ya lo sepamos todo ni que a estas alturas no merezca la pena el esfuerzo del estudio y aprendizaje. Nuevas tecnologías, formas de trabajar y de comunicarnos, nos retan con insolencia. Debemos aspirar a comprenderlas y a desarrollarnos con ellas. El día que renunciemos a aprender, comenzaremos a morir, profesionalmente, al menos. Nos jubilaremos con más de 67 años, debemos estar al día en técnicas, procesos y conocimientos hasta la última jornada de trabajo. La actitud de aprendizaje permanente nos rejuvenece y motiva, ¿quién dijo miedo a los nuevos conocimientos?
Sobre la guerra y la carrera armamentística
Estamos en guerra. O, mejor dicho, llevamos un tiempo en ella, y nosotros sin enterarnos. Con las trincheras lejos, sin ensuciarnos las manos, enviamos euros y tanques para que otros pongan los muertos. Guerra posmoderna, híbrida, que hasta hace apenas un año sólo se libraba en el ciberespacio y en las aduanas y que, ahora, desgraciadamente, destruye y desangran, entre otras, las geografías reseñadas. Guerras que se librarán en el espacio, pero que se culminarán en trincheras húmedas y frías. Y estos conflictos, nos tememos, no serán los últimos. Nuevos focos de tensión, nuevos bombardeos y nuevas matanzas jalonarán un mundo empeñado, al parecer de manera irremediable, en encaminarse hacia la guerra total. Ojalá nunca ocurra, pero, visto lo visto, las posibilidades se incrementan en forma de carrera armamentística. Más y más armas para todos. Más fuertes y violentas las bravatas de unos contra otros.
Demografía y pensiones
Sobre el descenso de la población española, comenta: "su contenido es una auténtica bomba que ha pasado casi inadvertida y que vuelve a abrir las puertas a la posibilidad de pérdida de población de nuestro país. Y pérdida de población significa menos consumo y capacidad de producción con la consiguiente reducción de actividad, empleo y potencial de riqueza".
Pimentel advierte que la salida de emigrantes y de jóvenes españoles en los últimos años y la baja tasa de natalidad española conforman un panorama futuro muy preocupante. La pérdida neta de población puede tener un efecto demoledor sobre nuestra economía "tanto por el envejecimiento acelerado de la sociedad como por las dificultades añadidas para la recuperación económica. Perder población es sinónimo de empobrecimiento".
Pero no basta con señalar el problema, hay que aportar soluciones. Para él, además de volver a la senda del crecimiento, hacen falta políticas de conciliación de vida familiar y laboral y de apoyo a guarderías, adecuar la normativa de inmigración, intentar retener el talento que quiere marcharse, y atraer a profesionales europeos para que fijen su segunda residencia en nuestro país, lo que supondría una activación de nuestro paupérrimo mercado inmobiliario.
Debemos hacer "todo menos resignarnos a perder población. De alguna forma, una nación que pierde población es una nación que agoniza".
En un artículo escrito en 2003, Pimentel ya consideraba la demografía en relación con las pensiones y se pregunta ¿por qué ahora son insostenibles y hace unos años no? "Dos serían las respuestas que oiríamos. Una: debido al envejecimiento de la población se empeora la relación beneficiario/cotizante. Dos: la globalización nos exige disminuir los costes sociales que merman nuestra competitividad".