experiencias felicidad

Confirmado: gastar dinero en experiencias produce más felicidad que gastarlo en cosas (estudio)


29.10.2015

Escrito por: Redes Sociales


El debate sobre la riqueza y la felicidad es tan antiguo como la humanidad.

Todos recordamos reflexiones, frases y poemas que nos hablan de ello. Desde la sentencia evangélica "es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de los Cielos", a la reflexión sumamente inteligente de Platón,la pobreza no viene por la disminución de la riqueza, sino por la multiplicación de los deseos”, a la cínica y aguda de Woody Allen, “el dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que se necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia”.

Lo que sí es nuevo, en una época en la que se cuantifica todo, son los estudios que relacionan la forma de gastar el dinero y la consecución de la felicidad, concepto éste último nada fácil de definir y que nosotros preferiríamos sustituir por el de placer.

Hay un acuerdo general en que una vez cubiertas las necesidades básicas (techo, comida, salud, educación…) la aportación que hace el dinero no es tan sustancial, pero viviendo como vivimos en una sociedad consumista se tiende a identificar la posesión de bienes con el bienestar. Y en esto juega un papel decisivo, la emulación, o, para decirlo en términos más crudos, la envidia. Si nos compramos un coche de gran cilindrada, una casa más grande, o u reloj de tal marca, a veces no es porque los necesitemos o por el mejor servicio que nos prestan, sino porque queremos igualar o superar a nuestro vecino, y así se produce una confusión muy común que es la de creer que uno es por lo que tiene o aparenta, a pesar de que elogiemos y admiremos a aquellas personas que habiendo realizado una gran obra, empresarial o intelectual, se caracterizan por su sencillez, austeridad y humildad.

Esto, que forma parte de la sabiduría común, ahora es estudiado por los científicos sociales y sus conclusiones vienen a confirmar la experiencia de siglos.

Tendemos a pensar que si compramos un objeto duradero este nos proporcionará más satisfacción que si gastamos nuestro dinero en algo efímero. Pero, en el primer caso se produce una “adaptación”, nos acostumbramos al objeto comprado y, con el tiempo, el placer que nos proporciona decae.

Sin embargo, en el caso de las experiencias, como un viaje, la lectura de un libro, la asistencia a un buen concierto, la colaboración durante unas vacaciones con una ONG, el pertenecer a un determinado círculo… son vivencias que se agotan, las vivimos y, como tales, desaparecen. Además, en la mayoría de los casos, suelen ser experiencias muy personales. Las emociones que sentimos, el aprendizaje que realizamos, se quedan con y en nosotros.

¿Depende solo de nosotros?

Pero ¿se quedan solamente en nosotros? No, tanto si son compartidas como si no lo son. De entrada conforman nuestra identidad y muchas veces la transforman y desde esta base se pueden asentar relaciones sociales más gratificantes y duraderas. Incluso cuando las experiencias han sido desagradables y dolorosas, con el tiempo forman parte de nuestro recuerdo y son contadas como una parte esencial de nosotros mismos. En este sentido decía el escritor Ernesto Sábato que “vivimos para recordar” y no es infrecuente que muchas relaciones comiencen con “… esa película también la vi yo” “… impresionante aquel paisaje”, “… fui cuando era muy joven pero me acuerdo perfectamente de lo que dices”…

Desde un punto de vista economicista, que a veces parece el único válido, resulta que gastar dinero en experiencias es, además, más barato. Así lo demuestra el profesor de la Universidad de Cornell Thomas Gilovich que ha estudiado la cuestión del dinero y la felicidad durante más de dos décadas.

La investigación de Gilovich tiene implicaciones para las personas ya que les ofrece indicaciones de cómo gastar mejor para “maximizar su retorno de felicidad”, para los empresarios que quieren tener unos empleados más satisfechos y para los políticos que deben procurar el bienestar de la ciudadanía. "Al cambiar las inversiones que las sociedades hacen y las políticas que aplican, pueden dirigir grandes poblaciones a los tipos de actividades vivenciales que promueven una mayor felicidad".

Un resumen de las conclusiones de Gilovich ya lo hizo hace varios siglos William Shakespeare, “el dinero es la felicidad humana en abstracto, en consecuencia, aquel que no es capaz de ser feliz en concreto, pone todo su corazón en el dinero”. Y es que a veces, muchas veces, la sabiduría de los grandes va siglos por delante de los logros de la ciencia.

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