Uno de los grandes debates de la actualidad es el del comercio mundial entre los países que tienen superávits comerciales y los que tienen déficits. Es decir, entre los que exportan más de lo que importan y al revés.
Este debate ha adquirido gran importancia desde que Trump está en la Casa Blanca ya que en repetidas ocasiones ha amenazado a los países que exportan a EE.UU. más de lo que importan con tomar represalias.
Como dice la Organización Mundial del Comercio (OMC) "hoy en día, las operaciones de las empresas, desde la concepción del producto y la fabricación de los componentes hasta el montaje y la comercialización, están repartidas en todo el mundo, dando lugar a cadenas de producción internacionales. Los productos son cada día más “Made in the World”, y ya no “Made in the UK” o “Made in France”. Si se imputa la totalidad del valor comercial al último país de origen se puede falsear el debate sobre el origen de los desequilibrios y hacer que se tomen decisiones mal fundamentadas y por lo tanto contraproducentes".
Por ejemplo, uno de los productos más celebres y vendidos, el iPhone de Apple, se fabrica con componentes de más de 200 proveedores repartidos por todo el mundo. Después, estos componentes se ensamblan en una fábrica china situada en la provincia de Zhengzhou que produce unos 350 iPhone por minuto. Desde allí salen los aparatos hacia todas las partes del mundo, incluido EE.UU. Si el valor al que se exporta el iPhone a EE.UU. se le imputa totalmente a China resulta que se produce un superávit comercial a favor de este país que no es real ya que no se le descuenta el coste de los componentes que ha tenido que importar para luego ensamblarlos. Por supuesto, en esas cuentas tampoco se cuestiona que la empresa que exporta es una multinacional americana que es la que recibe el beneficio final de las ventas.
Desde esta perspectiva lo más importante no es qué país es el que exporta finalmente el producto sino el que más valor ha aportado en la cadena de producción de cualquier producto.
El impacto de las Cadenas de Valor Globales
El impacto de las Cadenas de Valor Globales, CVG, en las cuentas de cada país exportador no ha sido estudiado completamente lo que nos obliga a pensar que las cifras que reflejan las exportaciones de cada país pueden estar sesgadas.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) calcula que al menos un 30% del valor de las exportaciones de los países avanzados procede del exterior y un tercio de su empleo depende de la demanda externa.
Estamos ante un proceso imparable como demuestran las cifras que da Guillermo de la Dehesa. En 1990, el 60% del comercio mundial era entre países desarrollados, el 30% entre países desarrollados y en desarrollo y el 10% entre países en desarrollo. Hoy, el 66% del comercio mundial consiste en bienes y servicios que se utilizan para la producción del bien final en un determinado país.
Obviamente para que las CVG sigan funcionando requieren de algunas condiciones entre las que destacan que no se levanten barreras que dificulten el comercio, que exista un clima de colaboración entre países, que el coste del transporte sea razonable y que las barreras fronterizas (puertos, aeropuertos…) funcionen con eficacia.
Si por cualquier causa se rompiesen las CVG actuales lo más probable es que se produjese una crisis económica grave a nivel mundial. Algo de esto pasó durante la Gran Depresión de 1929 cuando los países entraron en "guerras comerciales" y el orden económico se derrumbó. La pregunta ahora es si hemos aprendido de la historia.