El superávit conseguido por el sector turístico y de viajes alcanzó los 23.224 millones de euros durante los siete primeros meses del año, lo que supone un 12,2% más que hace un año, según los datos provisionales de la balanza de pagos del Banco de España. Pocos dudan de que el turismo está siendo uno de los motores económicos del país, con cifras que este año además se espera que bata récords: se estima que el número de turistas exceda con creces los 75 millones del año pasado y llegue a los 84 millones.
Al margen de debates sosegados sobre si debemos reenfocar el modelo hacia la calidad frente a la cantidad de turistas, lo cierto es que el turismo es de los pocos sectores en los que España sale bien en la foto internacional. No en vano se mantiene desde la edición anterior, en 2015, como el país más competitivo del mundo, según indica el Foro Económico Mundial en su Informe de Competitividad Turística. Le siguen Francia y Alemania que también conservan su segunda y tercera posición, respectivamente.
Por el contrario, Japón sube cinco posiciones hasta cuarta posición, por delante de Reino Unido (quinto) y Estados Unidos (sexto). Australia, Italia, Canadá y Suiza completan el top10.
Aunque España obtiene la nota global más alta de todos los países evaluados (5,4 sobre 7), no logra la medalla de oro en ninguna de las categorías –desde la seguridad hasta la buena salud de las infraestructuras, pasando por la preparación tecnológica de cada nación–, en las que tampoco ningún país ha conseguido ese perfecto 7. Eso sí, sus calificaciones en cuanto a recursos naturales, cultura, servicios e infraestructuras turísticas, conexiones aéreas y portuarias, salud e higiene, seguridad y preparación para las TIC están entre las más altas.
Como llamada de atención, el Foro Económico Mundial señala que el principal reto al que se enfrenta esta industria española de cara a los próximos años es "encontrar vías para mejorar y madurar" y así evitar un posible estancamiento.
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