Ya sabemos por las noticias e imágenes que nos llegan que los efectos del huracán Irma han sido devastadores. Decenas de muertos, destrucción de viviendas, hoteles, playas, infraestructuras…
Estos efectos perdurarán cuando el furor de la naturaleza se haya calmado. Quedarán las huellas del dolor por los familiares y amigos, la inquietud por el futuro cuando todo o parte de lo que se tenía, incluso la vivienda, se ha perdido.
La producción de una economía depende del factor trabajo, de la calidad medioambiental y del capital disponible, estos tres factores se ven afectados por fenómenos como el Irma porque dañan la salud de las personas (lo que afecta a la productividad), la agricultura, el turismo y las infraestructuras y, como consecuencia, alteran las perspectivas de crecimiento.
En los países más necesitados estos fenómenos provocan que caigan en la "espiral de la pobreza", porque los excedentes económicos que puedan obtener cada año son destruidos por ellos.
Así, en los países más desfavorecidos del Caribe, la incertidumbre durará largos años porque, como cuenta el economista Nicholas Stern, en su ya clásico "La verdad del cambio climático", la economía de América Latina depende en gran medida de los recursos naturales ligados al clima "y los efectos del cambio climático agravan las pautas de distribución de la renta y la pobreza".
Pero sobre los daños concretos que el Irma haya podido causar lo único que podemos es hacer hipótesis a la vista de las imágenes de devastación y de datos provisionales y aislados que, casi todos en este momento, nos llegan de EE.UU. y no de otros países que por su pobreza carecen de estadísticas e información adecuada.
Estas informaciones que hoy conocemos apuntan a que los daños en Florida pueden ascender a más de 50.000 millones de dólares, que siete millones de usuarios se han quedado sin luz, que el transporte público no funciona, que la ciudad de Miami de 5,3 millones de habitantes se quedó vacía…
Las aseguradoras, que tendrán que hacer frente a cuantiosas indemnizaciones, calculan que los daños finales pueden cuantificarse en una cifra que estaría entre 20.000 y 50.000 millones de dólares, una cifra muy inferior a las estimaciones previas, 100.000 millones de dólares, pero si se suman las pérdidas causadas por Irma a las provocadas por las inundaciones en Tejas (huracán Harvey) el resultado puede llegar hasta los 290.000 millones de dólares de riqueza destruida.
Esto, sin duda, afectará al crecimiento del PIB de EE.UU. que en el segundo trimestre del año fue del 3% en tasa anual, pero no sabemos en qué cuantía.
Lo que sí sabemos es que en ocasiones anteriores, como por ejemplo el Katrina que destruyó Nueva Orleans en 2005, el PIB de EE.UU. se contrajo severamente en el trimestre en el que se produjo pero se recuperó de forma contundente en el trimestre siguiente lo que nos habla de la enorme fuerza y dinamismo de la economía norteamericana. Se produce así un episodio muy particular del "destrucción creativa" ya que al tenerse que reponer los daños causados en viviendas e infraestructuras se incrementa la demanda y con ella el crecimiento.
Y esto es al fin y al cabo lo que pretende el presidente norteamericano Donald Trump con su plan de inversión en infraestructuras para la renovación de las dotaciones con las que cuenta su país y que se encuentran en estado de vulnerabilidad ante estos fenómenos cada vez más extremos que provoca el cambio climático.
Pero no todos los países tienen la fortaleza de EE.UU.
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