Biografía de Nicolás Redondo
Nicolás Redondo Terreros nació en 1958 en Portugalete, siendo su padre Nicolás Redondo Urbina, máximo dirigente de la UGT antes y, sobre todo, en la transición y durante la consolidación de la democracia en nuestro país.
Esta ascendencia marcaría la vida de Nicolás Redondo, hijo, que desde muy pronto estuvo presente en la vida pública del País Vasco en una época sangrienta y difícil. Ya en 1975, con 17 años, se afilió a las Juventudes Socialistas de España.
Simultáneamente a su militancia en el Partido Socialista de Euskadi se licenció en Derecho en la Universidad de Deusto.
Su actividad política ha absorbido su vida intensamente como se puede comprobar en la amplia gama de cargos que ha ido desempeñando de forma sucesiva y sin pausa:
- Secretario de Relaciones Políticas de la Comisión Ejecutiva del Partido Socialista de Euskadi de Vizcaya.
- Miembro del Parlamento Vasco (1984).
- Miembros de la ejecutiva del PSE-PSOE (1988),
- Secretario general de la Agrupación Socialista de Vizcaya (1989)
- Secretario Político del PSE (1993).
- Secretario General del Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Ezkerra (PSE-EE) (1997).
- Candidato a Lendakari (1998).
- Impulsor del Pacto de Estella (1998).
- Secretario Federal de Relaciones Institucionales del PSOE (2000).
- Candidato a Lendakari (2001).
- Presidente de la Fundación para la Libertad, espacio crítico con el PSE-EE y el PSOE (2001). Esta fecha es trascendental en la biografía política de Nicolás Redondo Terreros porque señala el comienzo de un distanciamiento del PSOE que se iría agrandando con el tiempo.
- Simultáneamente a todo lo anterior fue Diputado en el Congreso en la V Legislatura (1993-1996) y en la VI (1996-2000).
- En 2023 fue expulsado del PSOE por “reiterado menosprecio” a las siglas del partido, es decir, por discreparías cada vez amplias con la línea política del partido al que había pertenecido 48 años.
Al margen de la actividad política ha ejercido como abogado, ha sido miembro de diversos consejos de administración (FCC, Cementos Alfa) y patronatos de fundaciones y ha tenido una presencia muy destacada en los medios de comunicación más importantes de nuestro país (periódicos, radios y televisiones). Escribe habitualmente en los periódicos del Grupo Vocento y en El Mundo, entre otras cabeceras. También colabora en el programa Herrera en COPE.
Opiniones de Nicolás Redondo
Trump
Ya nada será lo mismo; siempre creímos, a pesar de las críticas y de la mezquindad, en el reconocimiento del papel estadounidense para ser y para que sigamos siendo un ámbito de máxima libertad individual y progreso, que el Séptimo de Caballería siempre llegaría a tiempo, como ocurre en tantas películas, base de la imagen que los estadounidenses tenían de sí mismos y que han exportado al exterior. Ellos eran los buenos, los que estaban dispuestos a poner dinero, armas y vidas para socorrernos si fuera necesario. Durante el siglo XX la conmoción de las dos guerras mundiales y la influencia de americanos nacidos en Europa, cosmopolitas y cultos –Kissinger y Albright son dos buenos ejemplos– permitieron una política exterior norteamericana basada en la cooperación, la prosperidad y la lucha por la democracia, asediada por el comunismo de la URSS. La confianza, la cooperación, el progreso de los demás como base del propio progreso, en palabras de Madalaine Albright, la empresa común de la democracia, han sido sustituidas por la amenaza, el miedo y por un principio: EE.UU. no solo es lo primero, es lo único, que cada cual se las componga como Dios les dé a entender.
Un gobierno democrático
Un Gobierno democrático debe gobernar desde su programa para toda la sociedad, evitando las fracturas sociales, los muros y la división. Más aún en un país que tiene una larga y triste historia de enfrentamientos civiles sangrientos, porque el pasado en ninguna circunstancia debe secuestrar el futuro.
Venezuela
Redondo cree que las últimas elecciones en Venezuela las ganó la oposición, a pesar de los obstáculos de todo tipo que impuso la dictadura, antes y durante los comicios. Con la pretensión de debilitar las opciones de la oposición, el gobierno de Maduro impidió que la líder natural, María Corina Machado, pudiera ser la cabeza visible del movimiento por la libertad y la dignidad en Venezuela. Lo hicieron a través de zarrapastrosos instrumentos legales administrativos, porque las dictaduras despreciando las leyes, se ensimisman con todo lo pequeño y mezquino, siendo así el recurso gris de naturaleza procesal el más requerido para amordazar a los opositores que gritan «¡Libertad!».
Sobre la democracia
La opinión de Redondo sobre la democracia es que la capacidad de contención, de renunciar a desplegar todo el poder hasta las últimas consecuencias, es esencial para el desenvolvimiento de las democracias representativas. Cierto es que el poder ejecutivo, en las democracias representativas, está sujeto a los límites que trazan las leyes, como les sucede a todos los ciudadanos.
No pueden hacer lo que las leyes prohíben, pero igualmente es imprescindible que dejen de llevar a cabo decisiones que, sin estar impedidas por las leyes, no son aconsejables desde un punto de vista ético, por los usos y costumbres democráticos o sencillamente por el sentido común. Son leyes no escritas que están dictadas por la prudencia y rubricadas por la necesidad de contención a las que el buen político se sujeta voluntariamente.
Mientras el líder democrático hace gala de ese saludable autocontrol, el autoritario empieza por no sentirse obligado por los usos democráticos, prosigue adulterando las leyes y termina amordazando la justicia y secuestrando al poder legislativo, aprobando leyes que formalmente pretenden objetivos nobles, pero que realmente limitan los márgenes de libertad y oposición de los ciudadanos.
Sobre la Transición
Con esos prolegómenos adquiere importancia relevante en nuestra historia la Transición Española, periodo de tiempo en el que, teniendo muy en cuenta nuestra historia moderna, los que habían sido enemigos se transformaron en adversarios, los fines últimos de los partidos políticos se fueron desfigurando, abriendo paso a una política pragmática; los fundamentalismos ideológicos, políticos y religiosos se fueron difuminando hasta permitir consensos necesarios para aprobar una Constitución “suficiente” para la inmensa mayoría. Todo ello gracias a una sociedad que creyó en su capacidad para ser libre y a una clase política que supo estar a la altura de las circunstancias superando sus propias siglas, porque el éxito de aquel periodo se basó en la renuncia a retóricas sectarias y enardecedoras, en la búsqueda de los mínimos de unidad que son necesarios para vivir como ciudadanos, es decir: libres, en paz e iguales ante la ley.
La libertad de expresión
Me rebelo contra la falacia de la mala compañía, que suele hacer pareja indisoluble con la ignorancia voluntaria. La primera nos impide hablar por miedo a favorecer al adversario. La segunda impone un dique insalvable a las verdades que ofenden al pensamiento correcto, sea este el de la tribu política o el de toda la sociedad. Tanto una como otra, y las dos juntas, han provocado más daño a la libertad de expresión que algunas dictaduras. La censura nos invade sin notarlo y no es achacable a agentes externos, solo al miedo a ofender a los cercanos o a perder algunos de los privilegios obtenidos, después de tiempos de silencio.