El MidCat es un proyecto que trataría de conectar las redes gasísticas españolas con las europeas. Es un viejo proyecto, no es algo reciente. Por parte española está casi todo hecho, la tubería de lo que podría ser el futuro gaseoducto hace años que está construida… y parada al lado de los Pirineos, a las puertas de la frontera francesa, tal y como se puede ver en el mapa que viene a continuación.
Fuente: Energías Renovables
Lo único que faltaría es construir el tramo dibujado en azul claro en línea discontinua que empalmaría con la red gasística francesa y, por tanto, con la del resto de Europa.
Principales rutas de importación de gas natural de la Unión Europea
Fuente Instituto Bruegel
En el origen, esta conexión se contemplaba como de ida y vuelta, España podría recibir gas desde Europa o España podría enviar gas a Europa.
Es curioso observar cómo ha evolucionado el debate. En unos momentos, la clave estaba en garantizar el suministro a la Península ante la posibilidad de un corte del gas argelino, aunque también se hacía énfasis en que el gaseoducto trasportase gas licuado, ya que España es el país europeo que tiene más plantas de regasificación (seis en total).
Fuente: CNMC
Ahora, con el cierre del suministro de gas ruso, la clave se ha desplazado hacia su sustitución. Los suministros desde Argelia y los originados en las plantas de regasificación de Gas Natural Licuado (que ha alcanzado niveles récord en las importaciones europeas) serían unas de las alternativas, por esto Alemania ha mostrado su interés en el proyecto.
¿Por qué Francia no quiere el gasoducto MidCat?
Francia siempre se ha opuesto al enlace MidCat. La contundencia con la que se ha expresado recientemente el presidente Macron no llama tanto la atención por los argumentos, sino por el momento que se vive.
Los argumentos principales son:
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El enlace llegaría tarde para resolver la crisis energética.
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Entraría en contradicción con los planes medioambientales europeos. Aunque este punto sería debatible, ya que la Unión Europea ha declarado el gas energía verde hace pocas semanas.
En el fondo, la persistente resistencia francesa podría deberse a la voluntad de proteger su mercado y modelo energético basado en la energía nuclear (Francia tiene 58 centrales nucleares, más que Japón, 42, y menos que EE. UU., 98).
Los sucesivos gobiernos españoles han defendido siempre la necesidad del enlace, pero, sin duda, el momento actual parece el más propicio para lograr un objetivo muy deseado. El apoyo de Alemania al proyecto no parece que haya conmovido a los franceses, pero hay analistas que dicen que la situación hay que verla en el marco de una negociación de gran alcance para encarar los gravísimos problemas energéticos que tiene Europa y que, en esa negociación, los franceses podrían aceptar la alternativa… con condiciones.
Un elemento nuevo que se ha puesto encima de la mesa es que, en el futuro, la conexión podría servir para trasportar hidrogeno verde del que España sería un gran productor. Aún no está claro si esa eventualidad, en caso de que llegase a materializarse, sería un argumento para convencer a los franceses o, por el contrario, para afianzarles en su negativa.
Por ahora, la Comisión Europea se mantiene al margen de la cuestión.
